TOMADO DE: Las Joyas del Libertador.
Las Joyas del Libertador: La Corona de Bolívar
Las Joyas del Libertador: La Corona de Bolívar (La Guirnalda de Cuzco ) Por Víctor Torrealba
Las batallas de Junin y Ayacucho fueron los últimos enfrentamientos dentro de las campañas terrestres de las guerras de independencia hispanoamericanas y significó el final definitivo del dominio colonial español en América del sur. La batallas se desarrollaron en Perú a finales de 1824 y la victoria de los independentistas supuso la desaparición del contingente militar realista más importante que seguía en pie, sellando la independencia del Perú.
En el mes de febrero de 1825, el Congreso peruano dispuso honores y preseas extraordinarios para el Libertador Simón Bolívar, con la finalidad de homenajearlo por las victorias de Junín y Ayacucho. En abril de ese año en el cenit de su gloria, Bolívar inició un recorrido por las provincias peruanas del sur, que concluía en el Alto Perú. Fue un recorrido triunfal, apoteósico, tanto en las ciudades como en los pueblos que vieron pasar la caravana, que fue objeto, como lo relatan las crónicas, de los más entusiastas recibimientos. SÍ bien el Libertador despertaba resistencias entre la aristocracia limeña, cosa diferente sucedía con los habitantes de la cordillera, quienes, conscientes de las dimensiones de la lucha por la independencia, proclamaban su sentimiento de gratitud a los cuatro vientos.
Estando Bolívar en esta última localidad, alertados los cuzqueños sobre la posible fecha de llegada del Libertador a su ciudad, por iniciativa del prefecto Agustín Gamarra se organizaron con la requerida anticipación suntuosas ceremonias y agasajos de recibimiento. Al arribar el Libertador y su comitiva el 21 de junio a La Raya, límite entre los departamentos de Puno y Cuzco, encontró a las autoridades cuzqueñas, con el prefecto Agustín Gamarra al frente de ellas, listas para acompañarlo las 35 leguas que distaban hasta la ciudad imperial. Todo el trayecto estuvo adornado con arcos de flores, puntos de apeo y refresco bien provistos, y gente del pueblo colmando ambos lados de la vía ofreciendo su saludo.
Bolívar al ingresar a la ciudad, asistió al solemne Te Deum que se cantó en la Catedral, y posteriormente se dirigió a la Casa Municipal donde le esperaban las señoras principales de la ciudad y recibió en sus sienes, de manos de doña Francisca Zubiaga, esposa del prefecto Gamarra, una corona de laurel de oro, con 47 hojas entrelazadas, 23 en la sección derecha, 22 en la izquierda y dos en el centro; el frente adornado con un gran sol figurado, con 60 chispas de diamante, 55 en los rayos interiores y 31 alrededor del rostro; de sus lados penden 49 perlas barrocas y la parte posterior se cierra con un lazo tejido en el mismo metal y rematado con una media luna, que tiene a su vez tres diamantes grandes y cuatro chispas.
Las crónicas de la época describen el episodio de la coronación: «Después de una resistencia generosa fue coronado por mano de la señora prefecta a quien acompañaban señoras vestidas de lujo, con una guirnalda cívica de oro matizada en perlas y brillantes que el comercio había dedicado a su obsequio, a pesar de la resistencia que hizo su moderación». No obstante, no hay una exacta coincidencia de detalles entre los historiadores en tomo del episodio. Según algunos, el Libertador se negó a dejarse coronar, pues de hecho, las coronas le producían el mayor rechazo. Hay quienes sostienen que la pieza fue impuesta “a juro”, sin que él lo pudiera evitar. Otros, sin embargo, aseguran que aceptó gustoso el homenaje y que éste le produjo gran satisfacción.
Segun algunos historiadores, el Libertador «la quitó de sus sienes y adorno con ella las del Gran Mariscal de Ayacucho, juzgando que era quien la merecía». Al parecer, hay un error en este relato, pues Sucre no se encontraba presente. Lo que sí reiteran varios de los cronistas es el hecho de que Bolívar, al recibir la pieza, señaló refiriéndose al mariscal: «El es quien la merece, él es el triunfador de Ayacucho y el verdadero libertador de esta república». Posteriormente Sucre recibe la corona de Bolívar, pero él tampoco la aceptó y en nombre del ejército libertador la obsequió al Congreso de Colombia y expresó: “Que aquella joya correspondía únicamente a los representantes del pueblo de Colombia, que le habían enviado al Perú para vengar los ultrajes inferidos a los antiguos hijos del Sol”. El Senado Colombiano aceptó la corona y la destinó al recién fundado Museo Nacional de Colombia.
Para finalizar podemos decir que la Corona esta cargada de enorme simbolismo patrio para los Colombianos, la Guirnalda ha sido descrita en innumerables oportunidades como tesoro inapreciable, corona del triunfo o la victoria, y espléndida joya que refleja la más refinada orfebrería cuzqueña al combinar once técnicas: incrustado, trenzado, rehundido, alambrado, filigrana, calado, grabado, burilado, bruñido, peinado y esmaltado. Se utilizaron 47 hojas de laurel en oro; 49 perlas barrocas; 9 diamantes grandes; 274 chispas de diamantes y 10 cuentas de oro. Tiene un peso de 763 gramos.
La Corona actualmente se encuentra en el Museo Nacional de Colombia, específicamente en el primer piso en el área de “Objetos Testimoniales”
"Las naciones marchan hacia el término de su grandeza con el mismo paso que avanza la educación"......Libertador Simón Bolívar
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